sábado, 5 de junio de 2010

Más allá del fetichismo.


"El sujeto solo puede desear, solo el objeto puede seducir."

El fetichismo está entre nosotros más fuerte que nunca, incluso aquel analizado por Marx en el Capital, porque el dinero cada vez más es el mediador entre los seres humanos; y porque colocamos sobre él todo el peso de nuestra imaginación y de nuestros símbolos. Un fetichismo que se extiende a las diversas esferas de la vida, sin dejar ninguna a salvo. Allí los objetos son secuestrados y obligados a llevar sobre sus espaldas la pesada carga de la opresión que ejercemos sobre los demás. El dinero encarna las oscuras relaciones sociales.

El avance desesperado de la tecno-ciencia, los mundos virtuales en los que vivimos sumergidos a través de este indispensable hardware, sobre el que reflexionamos muy poco, conducen a una re-simbolización de la dualidad entre sujeto y objeto, no tanto porque haya sido abolida en beneficio de algún tipo de unidad del mundo, sino porque esos dos elementos lejos de permanecer en el fetichismo, han dado un paso más, han ido a parar en otro lugar inesperado: "Llegamos pues, a la paradoja de que en esta coyuntura en la que la posición del sujeto se ha hecho insostenible, la única posición posible es la del objeto."

Nuestro destino ya no se juega del lado del sujeto, sino del lado del objeto. O quizás más radicalmente aún: no hay destino del sujeto o en caso de haberlo, carece de importancia. Las estrategias provienen del objeto. Y separadas de cualquier subjetividad, se entienden exclusivamente como estrategias fatales. De allí el nombre del libro.

Como he dicho en la entrada anterior de este blog, una discusión sobre la validez de estos términos está destinada al fracaso y a la incomprensión. Un acercamiento adecuado tiene que ver con la ironía: deberíamos, en caso de que pudiéramos, echarnos a reír a carcajadas al oír que "solo el objeto tiene un destino." Y si queremos avanzar hacia alguna parte, quizás haya que entregarse al trabajo seductor de los objetos y dejar del lado el deseo de los otros, que es como todo regalo, un regalo envenenado, porque demanda de nosotros que demos aquello que no tenemos.

No tenemos derecho a pedirles a estos textos de Baudrillard, la verdad. Sería demasiado si esperáramos tal cosa. Están allí como un síntoma que se ríe de nosotros. Nuestra primera y particular tarea es gozar de nuestro síntoma.

¿Cómo hacerlo? Podríamos preguntarnos por el destino de los objetos, indagar hacia dónde se dirigen, cuál es la meta involuntaria a la que están siendo conducidos por alguna suerte de mecanismos automático, de programa que corre solo una y otra vez, haciendo un bucle interminable. Para distinguirlo de las acciones dirigidas a finalidades, tan importantes para la conciencia occidental, Baudrillard introduce este otro tipo de estrategias fatales, porque no están acompañadas de metas que se tienen que conseguir con unos medios.

Estamos en una sociedad posfetichista. No significa que el fetichismo ha desparecido, sino que se ha vuelto absoluto y al hacerlo ha ido más lejos que él mismo, convirtiéndose en otra cosa. Una de las mejores metáforas que uno encuentra para expresar esto, es un documental que muestra lo que pasaría con el mundo si todos los seres humanos desapareciéramos instantáneamente. Creo que lo que el programa muestra no es una suerte de especulación delirante, sino que ya está aquí todos los días, en cada momento en que los objetos van más allá de nosotros mismos, sin nosotros y se ríen de nosotros en su plena indiferencia.

(Frases de Baudrillard tomadas de Estrategias Fatales.)



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