miércoles, 9 de junio de 2010

In memorian. Bolívar Echeverría.


Bolívar Echeverría ha muerto hace unos pocos días. Ha regresado a la cálida matriz del universo. Recordamos su sencillez, su alejamiento de cualquier modelo de intelectual con las pretensiones que les suele acompañar. Y luego de esto, nos viene ante todo a la memoria su pensamiento, la forma de desmenuzar el mundo para hacerlo un poco más comprensible. Si quisiéramos caracterizar el conjunto de sus reflexiones nos atreveríamos a decir que era una revolucionario silencioso. Sus ideas radicales, su visión crítica, su compromiso completo contra el capital, su razón y su sociedad, se desarrollan sin aspavientos, sin grandes gestos retóricos. Incluso los largos debates sobre el barroco, siempre van presididos de una contención, de una cierta disculpa con el oponente, quizás porque a la hora de argumentar no cabía concesión alguna.

Creemos que quiso darle a sus teorías un aire de provisionalidad, de work in progress, de cosa que requería de una nueva versión, aplicación, ampliación, como si el pensamiento fuera también nómada. Este término no le hubiera agradado, porque se alejaba de las modas y se negaba a coquetear con cualquier variante de posmodernidad, con el convencimiento de que la superación de la modernidad capitalista no se encontraba allí, sino que había que encontrarla en el arduo trabajo de excavar.

Hay en Bolívar Echeverría una topología: el trabajo de un topo que horada túneles críticos en el la tierra capitalista, que crea vías para la resistencia, que postula un punto de llegada guiado por una ética global, que él sostenía que tenía que apoyarse en la generalización del barroco latinoamericano, en el momento posterior a la teatralidad absoluta de este barroco. Existimos en mundos híbridos, hacemos el gesto de aceptar la dominación que nos viene de fuera, solo para carcomerla por dentro.

Pensamos con categorías occidentales y Echeverría lo hizo con toda maestría. Esto fuera realmente insuficiente. Estaba lejos de ser un mero receptor o transmisor de las oleadas intelectuales europeas. Por el contrario, sometía estas elaboraciones a la prueba de la crítica, de la transformación de la sociedad; aunque no se le hubiera ocurrido ni postular una estrategia revolucionaria y tampoco levantar una utopía desde el barroco. No era su estilo, tampoco era el tiempo.

Precisamente en una época de desilusiones y desesperanzas, calladamente él mantenía la esperanza. Su minuciosa construcción de una crítica al capitalismo tiene su fundamento en esta minúscula esperanza de un mundo mejor. Un optimismo de la voluntad que no se trasladaba al campo teórico, en donde el sometimiento al principio de la realidad orientaba sus construcciones abstractas.

Hacia adelante, pensamos que una buena manera recordarle es prolongar su pensamiento, continuar su tarea, sacar sus consecuencias, aplicar a diversos ámbitos. Y para esto lo mejor sería dotarnos de una recepción amplia, profunda, sistemática.

Por eso hay que decir con énfasis que recién hemos empezado a recordarle.

(Foto de una obra de Gabriela Bernal)


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