domingo, 13 de junio de 2010

El imposible sujeto de la posmodernidad.

De manera recurrente, Baudrillard se preocupó del objeto. Más allá de las pretensiones heideggerianas de que nos ocupamos de las cosas y nos preocupamos por nosotros mismos, aquí interesa el destino del objeto. Y este, superponiéndose al deseo del sujeto, se ha vuelto un seductor. La preeminencia de la objetualidad sobre la subjetividad nos lleva directamente a la pregunta: ¿cómo ha sido posible este cambio tan drástico? Y más aún, ¿qué le ha pasado al sujeto para que haya cedido su espacio, provocando una fractura en la que se hunde?

Ha habido una implosión del sujeto: estalló hacia dentro, se devoró a sí mismo, fue sometido a una gravedad salvaje que no deja escapar cosa alguna. Límite final de la modernidad. Página final de cualquier texto de Descartes que hemos terminado de leer y que sabemos que no nos puede decir nada más. Hasta nos queda la impresión de que "nunca hemos sido modernos."(Latour)

"La posición del sujeto ha pasado a ser simplemente insostenible." (Baudrillard en Las Estrategias fatales) Ha perdido su credibilidad. Ya no puede apoyarse en algún tipo de legitimidad. En cada lugar en donde habitaba, ahora existe un no-lugar. Y en el caso de que permanezca en su sitio, desiste, prefiere no hacer lo que tiene que hacer. Cuando los requerimientos de la sociedad le obligan a salir a la luz muestra toda su debilidad, su fragilidad, su carácter fragmentario.

El saber postula un sujeto del conocimiento. El poder exige alguien que lo ejerza. La tragicomedia de la existencia insiste en tener un protagonista. Aquí, en cambio, solo hay personajes secundarios, todos los papeles de reparto.

Lejos de significar que el poder desiste o se ha vuelto débil, se quiere decir que es el sujeto sobre el que recae el poder el que muestra toda su fragilidad. Todos los días vemos cómo la fama, el dinero, el poder sin límites, destruye a las personas que toma a su cargo. Hay algo de voluntad suicida que muchas veces se efectiviza.

Entonces es esto gesto de fragilidad del sujeto posmoderno lo que conduce a la persistencia de los objetos, que se colocan allí en donde nadie habita, nadie está, ninguno se encuentra. Es la lógica del consumo salvaje que regresa una y otra vez y se devora, como un gigantesco uroboro. Nos hemos desplazado del fetichismo: de los objetos como mediados de las relaciones entre los seres humanos, pasamos a los objetos como mediadores de los objetos, que buscan a otros objetos atravesando la carne de los sujetos.

El sujeto queda engarzado como el adorno de un pendiente. La cuerda que nos sujeta está del lado de los objetos. Por eso, la posición de los sujetos en cuanto sujetos se ha vuelto insostenible.

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