sábado, 26 de junio de 2010

La mercancía absoluta.



La muestra absoluta del objeto absoluto es la mercancía. Si esta ha consistido en la superposición del valor del cambio sobre el valor de uso, ahora su utilidad para satisfacer algún tipo de necesidad ha quedado reducida a casi nada, expulsada de la esfera de la realidad. De este modo se ha vuelto más real que lo real. ¿A dónde ha sido conducido el objeto separado del sujeto, en su propio extrañamiento?

Estamos fuera del "dominio de la ilusión y del orden estético." Hemos desembocado en una nueva tierra: allí se vive el "vértigo de la obscenidad." Expulsados ahora sí completamente del orden moderno, el espacio posmoderno aparece en toda su magnitud. Los objetos en los escaparates han dejado de referirse a algo, a alguien; están allí por sí mismos. Se muestran; están en ese lugar con esa finalidad. El problema es que se muestran en exceso.

Obsceno significa que se muestra demasiado, que se coloca frente a nosotros sin ninguna cobertura, aparecen en su desnudez plena, como si el proyecto de Cézanne se hubiera hecho realidad: pintar la manzanidad de la manzana. Diríamos la plena objetualidad del objeto, el objeto sin más determinación que la de ser objeto, sin capacidad de remitir a otro proceso, de ser el mediador de contenidos humanos. (Uno se pregunta si en el otro extremo también el grito de Bacon no se hace realidad: mostrar la carne humana como carne, como simple carne que cuelga en un matadero.)

¿Quiere decir Baudrillard que el objeto ha escapado de la lógica del capital? Todo lo contrario. La única manera de mostrarse como objeto sin más se da a través de la mercancía, que se lleva a sí misma hasta sus límites.

La mercancía tiene que ir al mercado para cambiarse por dinero y regresar otra vez a ser mercancía: M-D-M. Este ciclo no es automático. En cualquiera de los dos espacios se puede romper la continuidad y el sistema entra en crisis. El objeto absoluto es la utopía máxima del capital: una mercancía que no necesitara atravesar por el mercado, que pudiera reconvertirse directamente en otras mercancías, que fuera permanentemente conmutable por otras mercancías.

Y como si esto no fuera suficiente, que pudiera intercambiarse por otras sin que medie sujeto alguno, sin que alguien las compre y las venda, sin que nadie se aliene en ellas.



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