Una célula viva utilizando un cromosoma sintético. Estamos a las puertas de producir vida y con estos cientos de bacterias e incluso llegar a alterar de manera radical el genoma humano. Y a pesar de los gigantescos avances científicos seguimos en el mismo sitio: la lógica de la ganancia, la apropiación salvaje, por parte del capital y concretamente de las empresas farmacéuticas, de los descubrimientos.
(Foto de Craig Venter)
Más allá de este punto lo que está en juego es la distinción entre natural y artificial. Esta invención de la modernidad no da más. Nos está impidiendo un entendimiento claro de estos fenómenos. Incluso la idea de que somos cyborgs se queda limitada: híbridos de naturaleza y máquina, incapaces de reconocernos en algún tipo de humanidad nostálgica y obstinados en sentirnos diferentes de los mecanismos.
Así que la pregunta no es sobre la célula mitad viva, mitad sintética, sino sobre nosotros mismos. ¿Qué somos y qué queremos ser? Hay que insistir en la continuidad entre aquello que llamamos natural y artificial; nada hay que lo separe de manera radical. Nosotros somos seres vivos y como tales estamos produciendo estos nuevos organismos, estos nuevos mecanismos.
La célula de Craig Venter no es otra cosa que la lógica prolongación de la vida, que busca persistir de las más diversas formas. Es vida misma en cuanto vida producida. Por otra parte, ¿qué vida no es un producto? Solo que en este caso ha sido hecha por nosotros.
En el dilema entre natural y artificial, ya es imposible quedarse con cualquiera de los términos. Han sido pensados siempre en contraposición, en donde el uno es la negación del otro. Necesitamos rebasarlos, introducir otra mirada que vaya más allá de esa dualidad insuperable. Utilizar otro término que muestre la continuidad –con todos sus conflictos- que se expresa no solo en la célula de Venter sino en otras invenciones que van por el mismo camino.
Quizás se podría nominar, de manera tentativa: humanidades. Y esto tanto para romper cualquier actitud retro sobre los humanismos caducos y abstractos, como para recordar que los conflictos que tenemos no son tecnológicos sino políticos. Además así en plural: humanidades, muchas y variadas, con prácticas y discursos opuestos, que tienen todos estos elementos: un lugar en el capitalismo tardío, una forma de socialidad y un preciso desarrollo tecnológico, y todos existiendo como una unidad.
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