miércoles, 26 de mayo de 2010

¿Has sido fiel a tu deseo?


"Creo que lo largo de este período histórico, el deseo del hombre, largamente sondeado, anestesiado, adormecido por los moralistas, domesticado por los educadores, traicionado por las academias, se refugió, se reprimió muy sencillamente, en la pasión más sutil y también más ciega…" (Lacan)

He dejado incompleta la cita de Lacan, porque la respuesta la he olvidado; y cuando me acuerdo de ella, veo que no es válida para nuestro tiempo y probablemente ni siquiera para el suyo. Sirve, entonces, como diagnóstico. Y la cura tenemos que encontrarlas nosotros mismos. No viene dada en un texto, por más lúcido que sea. No está escrito en alguna profecía que viniera a iluminarnos y mostrarnos cuándo comienza el mundo y cuándo termina el mundo. Tampoco tiene que ver con la jerga de la autenticidad, que solo es un camino para un elitismo, para partir el mundo en dos: en aquellos que han encontrado el camino y en aquellos que no lo han hecho.

Yo soy de los que no han encontrado el camino. Y cuando creo haber hallado la "senda correcta", me pregunto: ¿qué me está pasando? Más aún, cuando otros reconocen que voy bien, sé que voy muy mal. En estos casos sé que mi deseo ha sido anestesiado, adormecido, domesticado, traicionado, reprimido. Y tengo que despertarlo, tengo que sacudirme el peso brutal del poder sobre la vida, sobre la existencia. Y no se trata de las grandes metas de la existencia, o de la retórica de la buena vida, sino simplemente de la vida aquí y ahora, tal como es, con sus contradicciones y asperezas.

Patético y terrorífico resulta cuando el Estado y el gobierno pretenden administrar la vida, cuando desde la constitución para abajo quieren reglamentar hasta el significado de lo que es el Buen Vivir. La primer norma del buen vivir es que el deseo imponga su ley y no que la ley se imponga sobre el deseo. La primera elección que no queremos que esté codificada es la decidir qué entender por buen vivir, cómo vivir, cómo existir de la manera en que nos plazca, cómo entregarnos al deseo sin que tenga que estar normado por los aparatos del Estado.

En este sentido, el psicoanálisis lacaniano es profundamente político, anticapitalista. Quiere poner un freno a ley, impedir que el Nombre del Padre imponga su deseo, que no es otro que servir a la lógica de la ganancia, del beneficio, de los negocios. Nos recuerda, cosa que el psicoanálisis olvida con demasiada frecuencia, que el malestar de la cultura es el malestar de cada individuo, trabado en su deseo.

A cada generación le toca terminar la frase. Hacerlo es una cuestión de palabras. ¿De qué manera podemos nombrar al deseo en nuestra época? ¿Cómo podemos articular el deseo? Y es también un tema que atañe a lo real: ¿En dónde se ha refugiado el deseo en nuestro tiempo? ¿Cómo ha logrado huir del poder, si es que ha alcanzado a hacerlo?

A cada individuo le toca encontrarse con su propio deseo. La retórica de la autoayuda solo muestra de manera perversa esa necesidad. Por eso, la pierde siempre. Los libros y técnicas de autoayuda finalmente no pueden contra la lógica salvaje del capitalismo tardío en el momento de su mayor crisis. Hace falta mirar a la vida con los ojos abiertos, realizar la preguntas sin desvíos y si es necesario llegar al extremo de "estar en contra de mí mismo."(Derrida)

martes, 25 de mayo de 2010

“TÚ NO ME VES DESDE DONDE YO TE MIRO.”


Lacan dice: "Tú no me ves desde donde yo te miro", te es imposible ponerte en mi lugar y, por eso, no puedo entender tu deseo y no puedes entender mi deseo; al menos no completamente. Tu deseo se me aparece como algo vaporoso, que yo siempre entiendo de otra manera.

No puedes, aunque quieras, verme en el lugar en que me he colocado y me has colocado. Por eso, "tú no me debes nada desde donde yo te devoro." Porque la demanda de tu deseo, que yo intento responder, no debería significar la formación de un deuda simbólica que tendrías que pagar. Además, tú no me debes nada, porque no tienes nada. (¡Qué curiosa es esta doble contradicción en el español que, aunque literalmente se anula, todos la tomamos como una negación radical).

Todo esto, finalmente, podría llegar a ser hasta encantador, en la medida en que alcancemos a negociar nuestros deseos, juntos con sus desplazamientos, sus metonimias y los malentendidos, que quizás sirven para que la rueda del deseo siga girando.

Sin embargo, el tema es que el otro no permanece como tal, no se queda simplemente como una ser humano cualquiera, sino que se le superpone el OTRO, el gran Otro. Incluso el otro puede ser reemplazado por el OTRO.

Y entonces ya no es solamente ese deseo empírico, cercano, aunque sea impreciso, con el que tengo que lidiar. Se trata del deseo del OTRO, y este adquiere la forma de LEY. La ley del deseo, que no quiere decir que el deseo impone su ley, sino que la LEY se le impone al deseo.

Así la demanda del otro, se convierte en lo que el Otro quiere y que adquiere esa dimensión de sometimiento, de imposición, que habla dentro de cada uno de nosotros, con la fuerza de Ley.

Sostener que la Ley no me debe nada allí donde devoro la vida, significaría algo imposible de aceptar para el poder: que allí en donde expreso mi deseo, no le debo nada a la Ley.


lunes, 24 de mayo de 2010

“ME DEMANDO LO QUE TU DESEAS”


Hay momentos de la existencia en la que nos preguntamos: ¿quién soy yo? Efectivamente no se trata de una pregunta y peor aún de la exigencia de una respuesta. ¿Quién soy yo? Quiere decir: yo no sé quién soy, tengo razones para dudar. Porque nadie en la vida diaria anda preguntándose semejante cosa.

Además, y de una manera central, esta pregunta engañosa surge del fondo de nosotros mismos cuando hemos sido cuestionados por otro que está frente a nosotros. ¿Quién soy yo? Está en vez de: el otro me interroga, me saca de quicio, me hace sentir que no tengo un lugar en su existencia o quizás en la mía propia.

Dejamos de reconocernos a nosotros mismos y podemos llegar tan lejos que nos interrogamos: ¿Quién es yo? Porque esta proximidad conmigo mismo se ha perdido, a tal extremo que no me reconozco.

El otro ha entrado dentro de mí de tal manera que ha hecho que deje de reconocerme y ha logrado que ponga en duda mi propio deseo. Esta es la clave: el deseo del otro me penetra, me invade, me seduce. Y yo quiero responder a ese deseo, a esa demanda.

Así que, como dice Lacan, "me demando lo que tú deseas." Hago el esfuerzo desesperado por cumplir con tu deseo. Comprendo, eso sí, que el deseo que tu pides, gritas, exiges, es lo que no tienes, lo que te falta.

Me estás dando tú deseo y encima de eso lo llamas: amor. Me estás dando algo que no tienes. Y esperas que cumpla con tu deseo de la manera más completa posible, si es necesario negándome a mí mismo.

Terminamos, de este modo, ligados al otro, a lo que al otro le falta. Solo esto nos sujeta al otro, nos mantiene unidos a los demás.

Si no alcanzo a responder a tu deseo, tal como tú quieres, me pregunto finalmente: ¿Quién soy yo? O, más bien, ¿quién es yo?, quién es este sujeto que ha sido invadido por el deseo ajeno y que no alcanza a satisfacer su demanda.

sábado, 22 de mayo de 2010

La célula de Craig Venter: ¿natural o artificial?


Una célula viva utilizando un cromosoma sintético. Estamos a las puertas de producir vida y con estos cientos de bacterias e incluso llegar a alterar de manera radical el genoma humano. Y a pesar de los gigantescos avances científicos seguimos en el mismo sitio: la lógica de la ganancia, la apropiación salvaje, por parte del capital y concretamente de las empresas farmacéuticas, de los descubrimientos.

(Foto de Craig Venter)

Más allá de este punto lo que está en juego es la distinción entre natural y artificial. Esta invención de la modernidad no da más. Nos está impidiendo un entendimiento claro de estos fenómenos. Incluso la idea de que somos cyborgs se queda limitada: híbridos de naturaleza y máquina, incapaces de reconocernos en algún tipo de humanidad nostálgica y obstinados en sentirnos diferentes de los mecanismos.

Así que la pregunta no es sobre la célula mitad viva, mitad sintética, sino sobre nosotros mismos. ¿Qué somos y qué queremos ser? Hay que insistir en la continuidad entre aquello que llamamos natural y artificial; nada hay que lo separe de manera radical. Nosotros somos seres vivos y como tales estamos produciendo estos nuevos organismos, estos nuevos mecanismos.

La célula de Craig Venter no es otra cosa que la lógica prolongación de la vida, que busca persistir de las más diversas formas. Es vida misma en cuanto vida producida. Por otra parte, ¿qué vida no es un producto? Solo que en este caso ha sido hecha por nosotros.

En el dilema entre natural y artificial, ya es imposible quedarse con cualquiera de los términos. Han sido pensados siempre en contraposición, en donde el uno es la negación del otro. Necesitamos rebasarlos, introducir otra mirada que vaya más allá de esa dualidad insuperable. Utilizar otro término que muestre la continuidad –con todos sus conflictos- que se expresa no solo en la célula de Venter sino en otras invenciones que van por el mismo camino.

Quizás se podría nominar, de manera tentativa: humanidades. Y esto tanto para romper cualquier actitud retro sobre los humanismos caducos y abstractos, como para recordar que los conflictos que tenemos no son tecnológicos sino políticos. Además así en plural: humanidades, muchas y variadas, con prácticas y discursos opuestos, que tienen todos estos elementos: un lugar en el capitalismo tardío, una forma de socialidad y un preciso desarrollo tecnológico, y todos existiendo como una unidad.




miércoles, 12 de mayo de 2010

UN GESTO BARROCO EN EL TEATRO POSMODERNO

En la nueva fase que atraviesa el teatro de El Quinto Río, decidimos hacer un gesto barroco dentro del teatro posmoderno.

Una parte de nuestras tradiciones estuvo basada en la influencia de la dramaturgia de Eugenio Barba. Como muchos teatreros trabajamos los momentos pre-expresivos, aquellos que supuestamente se colocan antes del sentimiento, de la emoción, incluso de la reflexión. Se trataba, creemos, de encontrar esa corporalidad básica, quizás arquetípica que yacía en el movimiento, en la tensión, en la energía, en el dilatamiento, en el equilibrio y en el desequilibrio. Así se desembocaba en lo extracotidiano.

El cuerpo decidido estaba entonces listo para ser penetrado por los significados, por los textos, por los elementos específicos de la obra teatral. Toda cultura se mostraría en este cuerpo habitado por tensiones dispares que, finalmente, constituirían un acervo general para la dramaturgia.

A pesar de toda la antropología que hay detrás de los textos barbianos, nos pareció que la propuesta era demasiado europea, muy occidental. Si bien su dramaturgia iluminó alguno de nuestros trabajos, y aún ahora mantenemos ciertos elementos sobre todo en la técnica actoral.

Y nos pusimos a indagar que podía estar detrás del momento pre-expresivo. A estas alturas del desarrollo de las culturas, difícilmente podríamos aislar algo así como lo anterior a la emoción, a la idea. Talvez, después de todo, nada hay que pueda efectivamente tener este calificativo: pre-expresivo.

Hay, a nuestro modo de entender, expresión, únicamente diversas formas de expresión. Y estas dependen estrictamente de cada momento de la historia de los pueblos. Volvimos nuestros ojos hacia nosotros mismos. Algo terriblemente difícil, porque es mucho más fácil ver lo que está lejos, lo que está separado de nuestra inmediatez.

Hicimos una elección guiada por los debates en torno a un Ethos Barroco, a una forma de vida, al inicio de una nueva sociedad. (Véase los trabajos de Bolívar Echeverría) No deja de haber en este gesto un grado de arbitrariedad y, al mismo tiempo, una cierta incertidumbre.

En el siguiente montaje que íbamos a emprender, partiríamos aun para usar algunas técnicas barbarianas, de una corporalidad nada pre-expresiva, sino plena y radicalmente expresiva. El trabajo del actor se iniciará en la pintura y escultura barrocas –exclusivamente latinoamericanas y específicamente ecuatorianas-

La teatralidad absoluta del momento barroco será nuestro punto de partida. Ya les contaremos hacia dónde nos conduce.

sábado, 8 de mayo de 2010

sustantivo colectivo

DECLARACION DE ISIDRO LUNA


1. Yo declaro…”


Yo declaro” significa en primer lugar un posicionamiento en un espacio público; quiere decir que se trata de dejar algo en claro públicamente. No puede ser un acto privado, un enunciado que sirva solo para uno mismo. Siempre hay otros implicados en esta frase. Se declara para alguien. Es un sonido que se emite y que se tiene que oír con nitidez.


De-clarar se origina en el indoeuropeo kla: gritar, llamar. Grito intenso, llamada exigente. ¿Qué grita esta declaración? ¿A quién se llama a gritos aquí? No se declara por declarar, no se dice por decir. Es un acto que no puede quedarse impune. Una vez que has declarado, se puede usar en tu contra o a favor tuyo. Quedamos encadenados a nuestras palabras, que dejan de ser una simple opinión emitida al paso y se convierten en expresión de algo que sucede mucho más adentro.


Este kla, este grito, esta llamada, proviene de mucho más adentro. Emerge de los estratos sumergidos a gran profundidad. Por eso, son efecto de un choque de placas, de un magma que pugna por salir y que finalmente lo logra. Es un fenómeno tectónico. Sus consecuencias sobre la superficie son imprevisibles.


Allá arriba se convierte en clamor, se vuelve exclamación, es una proclama insistente que se hace re-clamo. Grito que se enciende y se apaga, para volver a incendiarse y morir. En esa dirección fue usada para “clamar al cielo.”


Y lo que podemos ver a través de la tierra fracturada es la condición, el estado interior. Es un signo que manifiesta lo que está pasando. “Se declaró inocente, culpable, torturado…” Dice acerca de sí mismo a los otros. Clama por ser oído.


“Me declaré, se me declaró”: en algunas ocasiones es un acto de amor. En algunas declaraciones es el afecto lo que está en juego. En este caso, un afecto que escapa a cualquier formar de control, que una vez que se da casi ningún esfuerzo logra someterlo.


En “Yo declaro” están los afectos bajo la forma de “se declaró un incendió”. Aquellos afectos que te queman, que te reducen a cenizas, que te someten al devorador trabajo del fuego.


2. Anónimo, pseudónimo, heterónimo, transnimo.


Anónimo: disuelto en la multitud, indiferenciado del colectivo, de regreso a la vida básica, a la vida desnuda. La nuda vida de Agamben es anónima.


Pseudónimo: gesto de esconderse sin dejar de ser uno mismo; adopto un nombre falso para ser yo mismo plenamente.


Heterónimo: reconocimiento de la imposibilidad de ser yo, de decir “yo pienso, yo como, yo camino…”. Sacar a la luz que dentro de eso que llamamos “cada uno de nosotros” hay muchos, que dentro de cada uno habitan varios. La multitud no solo está fuera, está dentro. Se hace explícito que “yo soy otro.” La identidad ha dado paso a la heterogeneidad.


Transnimo: muchos dentro de cada uno es un momento de transición, un intermedio entre el “yo soy, yo pienso”. Un paso delante del “yo soy otro”. Su inversión urgente: “otro es yo” y quizás: “otros son yo”.


Hay un clamor: que otros digan yo y que al hacerlo se escuche el nombre con el que usualmente me llaman. Muchos otros diciendo: “isidroluna” Así yo dejaría de ser yo, no solo por el proceso de volverme diferente de mi mismo; sino por una razón mucho más fundamental.


No sería posible que dijera: “yo, Isidro Luna” porque al hacerlo muchos otros, al mismo tiempo, en el mismo lugar, al pie de los mismos textos, otros estuvieran diciendo: “yo, isidroluna”.


De este modo otros se habrían vuelto yo. Y mi clamor, mi súplica, al fin hubiera sido escuchada: no poder decir “yo”. Al principio tendría la forma de una exclamación: ¡yo!; luego: ¿yo? Y después: ¿….? Lugar vacío dispuesto para ser usado por otros. Este es un fenómeno llamado transnimo: el hecho de que otros se hayan convertido en yo.